Para rezarlo adecuadamente, hay que sentir en cierta medida la misma indignación que animó a los profetas del Antiguo Testamento, a Jesús y a los profetas de nuestros tiempos. Las desigualdades sociales, la falta de igualdad de oportunidades para todos van aumentando el abismo que separa a ricos de pobres. Los poderosos disimulan sus riquezas mediante las mentiras que difunden por todos los medios de comunicación. Todavía hoy, los profetas pagan con su vida las denuncias que hacen. Cuando la Iglesia no levanta su voz profètica se le hace el juego a los poderosos. Todo esto debería ayudarnos cuando rezamos el salmo 52. (Bortolini)
Este salmo refleja una situación semejante a la del salmo 12. Hay un terrible conflicto entre el malvado -que representa a determinados grupos o a un tipo de sociedad- y los justos, atemorizados ante el poder incendiario de los primeros. Si los justos reaccionan, los malvados los destruyen con palabras corrosivas, calumnias, fraudes, trampas y jueces sobornados. Por eso los justos consideran que no vale la pena arriesgar el pellejo. Por consiguiente, los malvados van acumulando riquezas mediante el fraude, se jactan del mal que practican y de la mentira que siembran por doquier. La injusticia y la impunidad permiten a los malvados construir un imperio, levantar una fortaleza contra la que nadie puede luchar (9).
Hay un profeta que no se calla. En un lugar público, tal vez el templo, decide enfrentarse con los malvados en una especie de juicio en nombre del Dios de la justicia. Hace su acusación y no acepta defensa (la injusticia no lo merece), dicta la sentencia y muestra sus consecuencias. Todo en nombre del Señor, pues los profetas se atreven a hacerlo así.
El final del salmo muestra que su actitud ha dado resultado. El Señor intervino, su nombre es bueno y merece ser alabado (11).
De una manera enérgica, este salmo se sostiene a causa de la fe en el Dios de la Alianza, el liberador y promotor de la justicia. Se trata de un Dios que no pacta con el mal. Por el contrario, destruye la injusticia para siempre. Además, es la fortaleza permanente de los que luchan por la justicia. El salmista-profeta da gracias a Dios porque ha obrado, es decir, porque no ha hecho la vista gorda ante la injusticia. Como en tiempos del éxodo, también aquí ha tenido una intervención liberadora. En esto consiste la bondad de su nombre. Si no hubiera intervenido, los malvados habrían triunfado. Y los justos, atemorizados y acobardados, desconfiarían de que Dios fuera de hecho Dios, en lugar de un ídolo indiferente a lo que sucede en la historia.
Los evangelios presentan a Jesús como el profeta que denuncia las injusticias y a cuantos las promueven (Mt 23,13-19). Sus palabras contra los ricos son muy duras (por ejemplo, Lc 6,24-26; Mc 10,23-28), pues la riqueza oculta siempre injusticias y es fruto de la desigualdad creada por los seres humanos. Además, invitó a los ricos a convertirse y a compartir (Lc 19,1-10).(Bortolini)