«Las obras de nuestro Salvador estaban siempre presentes, porque eran verdaderas: los que habían sido curados, los resucitados de entre los muertos, los cuales no solamente fueron vistos en el instante de ser curados y de resucitar, sino que también estuvieron siempre presentes, y no sólo mientras vivió el Salvador, sino también después de morir Él, todos vivieron tiempo suficiente de manera que algunos de ellos incluso han llegado hasta nuestros tiempos» (Eusebio, Historia Eclesiástica, IV,3,2, tr. Argimiro Velasco-Delgado).