Llegados a un lugar llamado Gólgota -esto es: «Calvario»- le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero él, después de probarlo, no quiso beberlo. Una vez que le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes. Y se quedaron sentados allí para custodiarle. Sobre su cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condena:
«Este es Jesús, el Rey de los judíos.»
Y al mismo tiempo que a él crucifican a dos salteadores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo:
-«Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»
Igualmente los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban de él diciendo:
-«A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: 'Soy Hijo de Dios.'» (Mt 27,33-43)