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El Testigo Fiel
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Oración: Corona de los Siete Dolores de Nuestra Señora
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María es la «Virgen oferente», lo que se manifiesta ya en la Presentación de Jesús en el Templo. En este evento la Iglesia, guiada por el Espíritu, ha vislumbrado, más allá del cumplimiento de las leyes relativas a la oblación del primogénito y de la purificación de la madre, un misterio de salvación:

Ha visto proclamada la universalidad de la salvación, porque Simeón, saludando al Niño como luz que ilumina las gentes y gloria de Israel, reconocía en Él al Mesías, al Salvador de todos.

Ha comprendido también la referencia profética a la pasión de Cristo: puesto que las palabras de Simeón -que unían en un solo vaticinio al Hijo, «signo de contradicción», y a la Madre, a quien la espada habría de traspasar el alma-, fueron realizadas en el Calvario.

[Pablo VI, exhortación Marialis Cultus, nº 20]


Antes de comenzar la oración, hacemos la señal de la cruz, mientras decimos:
V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme
 
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén.
 
Rezamos un acto penitencial. Puede utilizarse ésta u otra fórmula semejante:
V/. Señor, ten misericordia de nosotros
R/. porque hemos pecado contra ti.
V/. Muéstranos, Señor, tu misericordia
R/. y danos tu salvación.
 
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados, y nos lleve a la vida eterna. Amén.
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