Los hombres decían cantares, los ángeles melodía, festejando el desposorio que entre tales dos había.
Pero Dios en el pesebre allí lloraba y gemía, que eran joyas que la esposa al desposorio traía.
Y la Madre estaba en pasmo de que tal trueque veía: el llanto del hombre en Dios, y en el hombre la alegría, lo cual del uno y del otro tan ajeno ser solía.
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