San Dacio vivió en tiempos muy agitados. Durante la mayor parte de su episcopado, que duró por lo menos de 530 a 552, tuvo que defender constantemente los intereses temporales y espirituales de su Iglesia. Para salvar a la ciudad de Milán de los godos, se alió con Belisario, quien desgraciadamente no pudo enviarle refuerzos antes de que la ciudad fuese atacada y saqueada. Es posible que Dacio haya sido hecho prisionero y libertado después, gracias a la influencia de su amigo Casiodoro. Expulsado de Milán, el obispo se refugió en Constantinopla, donde, el año 545 apoyó valientemente al Papa Vigilio contra Justiniano, en la controversia sobre los «Tres Capítulos». Parece que Dacio murió en 552, en Constantinopla, de donde sus restos fueron trasladados más tarde a Milán, su ciudad episcopal.
San Gregorio el Grande cuenta en sus «Diálogos», la curiosa historia de una casa en la que el diablo acostumbraba aterrorizar a los ocupantes, imitando discordantes y horribles rugidos de fieras. San Dacio entró sin temor en la casa, puso en fuga al demonio y restauró la paz.
Ver Acta Sanctorum, 14 de enero; DCB., vol. I p. 789; y L. Duchesne, L´Eglise au IVéme siecle, pp. 197-199.
Nota de ETF: aunque la «Controversia de los tres capítulos» corresponde más a la historia de la Iglesia que a una hagiografía, puesto que se la nombra en la noticia del Martirologio, conviene tenerla presente: el emperador Justiniano era proclive a intervenir hasta en los menores detalles de la vida de la Iglesia, así que con ocasión de la herejía nestoriana produjo un edicto condenando una serie de autores y tesis, que en realidad habían sido ya condenados por el Concilio de Calcedonia. Casi todos los Patriarcas orientales firmaron el edicto imperial, pero el Papa Vigilio lo rechazó porque -se argumentaba- de alguna manera restaba autoridad al Concilio de Calcedonia, que ya los había condenado. Fue en realidad una pulseada más entre el César y la Iglesia, pero que llevó a muchos participantes a la toma de posiciones extremas y abrió el camino de un cisma precedente al actual con las iglesias de Oriente. En cualquier libro de historia de la Iglesia puede leerse con más detalle, aquí un resumen de la Enciclopedia Rialp.
Hola: una observación lingüística, lo que en inglés llaman: 'Power struggle', en español sería: 'Echar un pulso', mejor que: 'pulseada'. No quedaría suficientemente explicado el conflicto entre Justiniano y la Iglesia, pues si el imperator condenó a unos autores heréticos, en eso no llevaba la contraria a la Iglesia, si la Iglesia los había condenado antes: 'El que no está contra nosotros está con nosotros', y luego están otros conflictos entre la Iglesia y el poder secular o civil, como cuando pidió al emperador electo, Carlos, que pusiese bajo arresto a Martín Lutero (¿Bajo qué cargos civiles?), cosa que no hizo, y que dicen le costó a CVarlos I de España y V de Alemania cuatro años de purgatorio (de quien okupó luego su trono, Carolus, aseguran que se condenó). Gracias. Salut †
La "nota de ETF" no es de original en inglés sino redactada por mí en español, por lo que "pulseada" no pretende traducir "power struggle", sino expresar el juego de "a ver quién le tuerce primero el brazo al otro", que fue el juego del Pontificado y el Imperio durante siglos, y tal vez en alguna medida lo sigue siendo.
De hecho, no sabía que la palabra "pulseada" es un americanismo , pero lo que quise decir es "pulseada" y no "echar un pulso", expresión que está totalmente fuera de mi vocabulario.
De todos modos viene bien la aclaración, para los lectores españoles, a los que les suele costar incorporar modismos de otras regiones del idioma. Como yo soy americano, nada más correcto ni natural que haber usado la expresión "pulseada", que es lo que yo quería decir.
La RAE recoge el verbo "pulsear" (de donde deriva de manera directa "pulseada", también reflejado por la RAE como modismo americano) y la da como equivalente de la forma peninsular "echar un pulso" (http://lema.rae.es/drae/srv/search?id=VPKjXeY85DXX2vp1oT9M).
Para que tantos millones de hablantes podamos entendernos hay que hacer un pequeño esfuerzo de todas las partes por entender las peculiaridades de las otras regiones, y sobre todo no tratar de imponer como "LA forma correcta" algo que pertenece sólo a un corte geográfico.