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El Testigo Fiel
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Documentación: Santoral
Hagiografía, Biografía, Leyenda
Cualquier realidad puede narrarse de muchas maneras. El modo que escojamos dependerá de distintos factores: los datos de los que dispongamos, el tema, el público al que se dirige, y hasta el gusto de la época y las preferencias personales.
Cuando un modo de narrar alcanza cierta forma típica, que -en cierta manera- condiciona el contenido de lo que vamos a transmitir y que puede ser estudiada, decimos que estamos ante un 'género literario'.
Hay muchos géneros en los que se podría contar la vida de un santo, pero tres son los más habituales, y que pueden confundirse por momentos si no estamos atentos a sus alcances y sus límites.
La biografía
Es, respecto de estos temas, el género más apreciado en la actualidad, dado el gusto de nuestra época por la certeza y la exactitud. La biografía de una persona intenta exponernos quién es (o fue) esa persona a la luz de los datos y hechos constatables de su vida.
Por supuesto, una biografía que pretenda seriedad deberá estar muy atenta a la elección de las fuentes documentales, a su coherencia y fiabilidad.
El propósito de una biografía es principalmente informar. Si además de la narración extraigo ejemplos que pueden servirme para mi vida, tanto mejor, pero no es eso lo que la biografía busca, y no es, por lo tanto, nada de eso lo que guía la selección de datos y fuentes que el biógrafo utiliza.
Las 'vidas de santos' pueden ser narradas desde una perspectiva biográfica, al menos las de aquellos de los que poseemos documentación independiente o hay suficientes elementos para deducir sus hechos y datos con certeza. Una biografía de esta clase es, desde luego, de gran utilidad para el estudio histórico, pero carece de relevancia para alimentar la fe y la piedad de los creyentes.
Se ha puesto lamentablemente de moda considerar que el conocimiento biográfico es de 'mejor calidad' que el de otros tipos de narración, cuando en realidad la buena calidad de un género no se mide por su 'objetividad' sino por su adecuación a los fines pretendidos por el relato. Una narración biográfica es de 'mejor calidad' que las de otra clase, para el historiador, pero puede no ser de tan buena calidad para el lector que está buscando un relato que le ayude a orientar su vida con sentido religioso.
Es comprensible, de todos modos, que haya llegado a caer en desprestigio toda 'vida de santo' que no fuera biográfica: en parte por lo que señalaba al principio -el gusto de la época- y en parte por cierta exageración en los elementos legendarios y el puro panegírico del santo en que habían caído muchas narraciones clásicas.
La leyenda
La leyenda parece ser la gran tentación en la narración de 'vidas de santos'. No hay duda que la vida de un santo, por el sólo hecho de serlo, es singular; pero la leyenda se aboca a destacar esa singularidad, llegando a deformar de tal manera los hechos reales de donde en general parte, que los hace completamente irreconocibles, y haciendo que los hechos de la vida del santo pierdan toda vinculación con cualquier posible experiencia humana.
La leyenda suele incluso ser bastante torpe en la interpretación de esas singulares vidas, haciendo que a veces se pierdan detalles y matices originalmente de gran valor, pero que ella los vuelve puramente 'efectistas'.
Un caso de leyenda, por ejemplo, de la cual han bebido incluso grandes artistas, es el tópico de que San Pablo 'cayó del caballo al encontrarse con Cristo'; surge de una incorrecta y deformada interpretación de las narraciones de Hechos de los Apóstoles (caps. 9, 22 y 26), en las que se usa la expresión 'caí a tierra' o 'caímos todos a tierra', que señala el gesto de adoración de aquel que ha reconocido que quien le habló fue el propio Dios. En su significado originario, intenta mostrar que la conversión del Apóstol fue auténtica y de raíz, pero ese sentido está ausente de la versión legendaria, que sólo se detiene en lo anecdótico y pintoresco.
El propósito de la leyenda es entretener, y no cabe duda que los hechos insólitos, el milagrismo sin ton ni son, las 'rarezas' de un personaje desligadas de la siempre dramática búsqueda de Dios, entretienen.
Si la leyenda se utilizara sólo para esto, sería completamente legítima. Lo lamentable es cuando se pretende educar y formar en la fe sobre la base de narraciones que suelen ser no sólo ajenas a la verdad de los santos, sino incluso contrarias al sentido mismo de la santidad: las leyendas llegan a velar y ocultar lo verdaderamente importante en la vida del santo para la piedad cristiana, que es la acción singular de Dios, y no de una naturaleza particularmente dotada para el bien o la virtud.
La hagiografía
El relato que específicamente se dirige a alimentar la piedad del creyente a través de la narración de la vida del santo es el que conocemos con el nombre de 'escrito acerca de realidades santas', o en griego, 'hagiografía'.
La hagiografía parte de datos 'objetivos' (como la biografía), y descubre en ellos lo singular (como la leyenda), pero ni se detiene en lo externo, ni eso singular está al servicio de exaltar al santo en sí mismo sino de mostrar la singularidad de la gracia divina. Su propósito no es que admiremos un personaje sino que crezcamos en la fe y en la piedad destacando del santo todas aquellas actitudes y gestos que pudieran ser imitables por el creyente. La hagiografía cuenta la vida del santo para influir y modificar la vida del lector.
Con ella, por lo tanto, nos enteramos sólo tangencialmente de los datos y hechos constatables de la vida del santo, ya que no es ésa su intención. Su valor biográfico suele ser escaso, cuando no directamente nulo.
Un ejemplo interesante de esto puede ser el siguiente fragmento hagiográfico de la vida de San Ginés, actor romano convertido a la fe, y que alcanzó la corona del martirio:
Se nos cuenta que este personaje era un actor del Imperio, que había sido contratado para amenizar con sus sátiras una función del circo romano en donde se iba a martirizar a un grupo de cristianos. Ginés decide parodiar los ritos y creencias nuestros, pero en medio de la actuación ve los cielos abiertos y oye el reclamo de Cristo. Su respuesta fue inmediata: se convirtió, y ante un público que, por no ver ni oír lo que él veía y oía, estaba atónito y no sabía si lo que Ginés hacía formaba o no parte de la representación, profesó la Fe auténtica, e inmediatamente se incorporó al grupo de los mártires.
Parece una simple narración anecdótica, sin embargo un detalle nos deja ver la completa ausencia de intención biografista: ¡carece de toda posible fuente! En efecto, el único testigo de los motivos que llevaron a San Ginés a profesar la Fe, fue él mismo, que murió inmediatamente.
Todo lo que una biografía podría afirmar sobre esos motivos tiene el carácter de hipótesis; el relato hagiográfico avanza por sobre las hipótesis históricas y es capaz de interpretar auténticamente el sentido de esa vida en relación a la fe del lector y a su apertura a la Gracia.
Las narraciones hagiográficas no intentan ni en muchos casos pueden informar, pero son especialmente adecuadas para la meditación y el crecimiento personal. Lo que no tienen de 'objetivas', lo tienen de sugerentes y movilizadoras.
Es, desde luego, un género ligado a lo específico de cada confesión religiosa: una hagiografía católica, aun frente a un mismo hecho, será esencialmente distinta a una musulmana o a una judía. No hay hagiografía 'neutra' desde el punto de vista de la fe.
Nuestras hagiografías acentúan la actuación de Cristo en la vida del creyente más que la bondad natural o los méritos personales del personaje. Si algo en la vida de un santo es importante desde un punto de vista hagiográfico, no son sus virtudes naturales, sino aquellas que adquirió por la acción de Cristo en su vida, por su disposición a dejarse conducir por Dios.
La antigüedad nos ha legado piezas verdaderamente maestras de este género; narraciones que emocionan y llevan a pensar. Lamentablemente, los abusos de una mala apologética, que pretende hacer pasar por 'objetivas y naturales' narraciones que sólo tienen valor y sentido en el círculo de la Fe, junto con la tendencia de algunos escritores de 'vidas populares de santos' a derivar hacia la leyenda, han hecho caer en desprestigio el género hagiográfico.
Urge rescatar el valor y el auténtico propósito de este género, y volver a alimentarnos de esas narraciones. La Fe y la piedad pueden sobrevivir siglos sin 'datos objetivos', pero es difícil que subsistan sin modelos concretos que ayuden al creyente en su siempre pendiente conversión.
Abel Della Costa
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