Sí, algunos elementos pueden ser variados, por ejemplo los himnos, que pueden ser reemplazados por una composición poética de similar valor y calidad.
Los responsorios pueden reemplazarse por silencio, y las lecturas de los Padres de la Iglesia en el Oficio pueden alterarse de días, si -por ejemplo- se ha perdido una secuencia de lecturas por alguna solemnidad o fiesta que se hubiera sobrepuesto.
También las preces pueden variarse, e incluso la lectura breve de las horas mayores (Laudes y Vísperas) puede ser reemplazada por la lectura bíblica larga del Oficio de Lecturas, si no se va a rezar éste, y no se tiene obligación canónica de hacerlo.
Si los salmos de un día forman una secuencia (muy habitual en el Oficio de Lecturas y en la Hora Intermedia), pueden omitirse las antífonas diversas y usar sólo la primera para los tres salmos (o para los dos en Vísperas).
No es aconsejable realizar cambios en la distribución de los salmos, ya que como están es fruto de una muy cuidadosa selección y equilibrio.
Por otra parte, el gusto por cambiar las partes suele provenir del deseo de adecuar la oración litúrgica al propio estado espiritual, cuando precisamente una de las cosas importantes del rezo litúrgico es que nos ayuda a meternos en el sentimiento de la comunidad creyente, en lugar de en el nuestro personal.