El nº 151 de la Ordenación General del Misal Romano dice:
«Al final de la Plegaria Eucarística, el sacerdote toma la patena con la Hostia y el cáliz, los eleva simultáneamente y pronuncia la doxología él solo: Por Cristo, con Él y en Él. Al fin el pueblo aclama: Amén. En seguida, el sacerdote coloca la patena y el cáliz sobre el corporal.»
En el caso de misas concelebradas, el nº 236 aclara:
«La doxología final de la Plegaria Eucarística es pronunciada solamente por el sacerdote celebrante principal y, si se quiere, juntamente con los otros concelebrantes, pero no por los fieles.»
Los dos textos son bastante contundentes acerca de cómo está pensado el rito. Ahora bien, es un hecho que en la actualidad se está tendiendo en muchas parroquias a convertir esa doxología en una fórmula recitada por toda la asamblea, celebrante(s) y pueblo.
En muchos casos ocurre por omisión, es decir, el pueblo, que escucha a varios sacerdotes decir la frase en las misas concelebradas, se une a la recitación colectiva, y ningún sacerdote se toma el trabajo de explicar que el pueblo no debe decir esa doxología; pero en otros casos ocurre por acción, es decir, que desde el altar se fomenta que el pueblo se una a la recitación.
Posiblemente el origen de esto esté en los intentos de acentuar la teología del sacerdocio común de los fieles, asignando al pueblo algunos momentos discretos dentro de la misa, como es este de la doxología, y extender las manos durante el padrenuestro, que es también algo que sólo debe hacer el celebrante (o celebrantes).
El problema con la doxología, es que lo que dice sólo vale para el celebrante, ya que en boca del pueblo no es verdad:
"Por Cristo" - entregamos al Padre la ofrenda a través de Cristo (es el sentido primero de la expresión latina)
"Con él" - entregamos al Padre la ofrenda junto a Cristo, que celebra el sacrificio eterno.
hasta aquí la fórmula vale para todos, pero ahora agrega:
"Y en él" - es decir: en la persona de Cristo, algo que sólo vale para el ministro ordenado, y en el momento mismo de la celebración.
Si en vez de fomentar teologías peregrinas se usara el mismo tiempo en explicar detalladamente el significado de las fórmulas litúrgicas, "la gente" (ese anónimo colectivo que da para todo) participaría, creo yo, con mucho más gusto que sustituyendo funciones que como pueblo no nos competen.