«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán.
Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte.
Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.»
Entramos en la semana 33 del Tiempo Ordinario, estamos a sólo 15 días de terminar el año litúrgico; estos días tienen como su centro y corona el domingo próximo, en esa solemnidad fuerte de «Jesucristo, Rey del Universo». Preparando precisamente eso, el domingo XXXIII nos presenta un discurso de Jesús que es un verdadero rompedero de cabeza, y unas palabras sumamente incómodas:
-Rompedero de cabeza, porque no parecen tener mucha coherencia, habla de "aquellos días", algo que parece incierto y lejano, pero luego resulta que "no pasará de esta generación", y a la vez "el día y la hora nadie lo sabe". Días de tribulación y angustia, pero debemos alegrarnos como ante los brotes cercanos del verano.
-Palábras sumamente incómodas, por un doble motivo, porque no encaja muy bien la "construcción del Reino", todo nuestro discurso sobre la Iglesia, sobre ir completando el cuerpo de Cristo hasta la medida de su plenitud con esto de venir a despanzurrar todo de un plumazo que el verano ha llegado; pero incómodo también -y fundamentalmente- porque no se ha cumplido.
La expresión "no pasará esta generación" causó dificultad ya a los antiguos, que veían que era evidente que una y otra y otra generación pasaban y estas palabras se hacían, parece, más lejanas en vez de más cercanas. Se acudió a cierta lectura tranquilizadora que más o menos halló consenso durante unos siglos, y que la podemos resumir en la frase de Teofilacto citada en la Catena Aurea:
«No pasará esta generación (la de los cristianos) hasta que se haya cumplido todo lo dicho acerca de Jerusalén y de la venida del Anticristo. No dice: la generación de los Apóstoles, puesto que la mayor parte de ellos no llegó hasta la destrucción de Jerusalén, sino la de todos los cristianos, queriendo consolar a sus discípulos para que no creyesen que faltaría la fe en aquellos tiempos, puesto que antes que la palabra de Cristo faltarán los elementos del mundo. "El cielo y la tierra, dice, faltarán; pero no faltarán mis palabras".»
En suma, Jesús, que no era tan claro como los Padres de la Iglesia, dijo algo para que entendiéramos otra cosa, pero luego vinieron los Padres y lo pusieron todo en orden... Pues, aunque suene chuscamente irónico es así: si Jesús hubiera querido decir lo que nos tranquiliza a todos, lo hubiera dicho; "esta generación" no se refiere a "todos los cristianos", "toda la Iglesia" y tranquilidades por el estilo, sino a... "esta generación".
Ahora bien: está claro que no se cumplió.
Así que pasados poco más de 1800 años vinieron otros estudiosos, esta vez no Padres de la Iglesia sino unos teólogos bastante peleados con ella, y dijeron: si Jesús creyó que no pasaría "esta generación" y luego se pasó esta generación y muchas más, y no se cumplió la venida del Hijo del hombre. entonces es que Jesús no era quien decía ser, o quien durante tantos siglos nos dijeron que era.
Reconozcamos que el razonamiento se tiene en pie. Claro que si Jesús no es quien dice ser, quien se deduce del Evangelio que es, quien habla de "esta generación" con autoridad, entonces, ¿para qué me voy a interesar en sus palabras? El razonamiento, que se tiene en pie, tumba por completo a la fe.
Tiene que haber otra salida, otra lectura, que ni sea la elástica y acomodaticia que ejemplificábamos en Teofilacto, ni la demoledora que se aniquila a sí misma de la teología que se llamaba en su momento "modenista"
Un cierto consenso actual en los estudios bíblicos llega a hacer aproximadamente esta composición de cosas:
-Jesús predicó sobre el "Día de Yahveh" como era práctica en los movimientos apocalípticos de su época, y acudiendo a los mismos "moldes" de predicación: la hecatombe de todo, cataclismos naturales, apostasía generalizada, etc. Incluso aprovechando de símbolos ya establecidos y en cierta medida "convencionales" como el del "Hijo del hombre" (notemos que habla de él en tercera persona, como si no fuera él mismo).
-Introduce las dos ideas contrarias, pero cuya tensión es habitual en la forma de hablar apocalíptica: la inminencia dle fin, pero al mismo tiempo su fecha es secreta y llegará de manera súbita, debe uno prepararse, pero no hay forma de estar preparado. Jesús además acostumbra presentar ese tipo de tensiones en su predicación.
-Pasada la Pascua, y a la luz de la experiencia de la resurrección, los apóstoles, y con ellos toda esa primera generación van tanteando qué son ahora, ¿son judíos de una de las tantas sectas judías del momento? ¿son ya-no-judíos? ¿Jesús abolió el judaísmo muriendo de su mano, o por el contrario lo confirmó resucitando y cumpliendo en él mismo la esperanza de Israel? Estas dudas que hoy, diferenciada la Iglesia de Jesús de todo lo que no-es iglesia de Jesús nos pueden parecer toscas, formaban el día a día de la primera generación cristiana.
-Hasta que ocurre un hecho decisivo, y en cierta medida inesperado: hacía muy poco que se había acabado la remodelación de Herodes del Templo de Jerusalén (un auténtico prodigio arquitectónico que vale la pena conocer, en todos los aspectos de los que se tienen noticias), y contra toda expectativa, e incluso contra cierta noción de "prudencia política" de la que Roma hacía gala, el General Tito, más tarde emperador, arrasa -hartos de ese "pueblo incomprensible"- con el templo y la ciudad (año 70).
-De repente fue la realidad la que les vino encima a los cristianos: indecisos sobre si eran o no judíos, el cielo les daba una respuesta bastante contundente para quien quisiera leer "los signos de los tiempos", las "yemas de la higuera": no llegó a pasar una primera generación cristiana sin que hubieran visto el fin de un mundo, de una piedad, de un modo de hacerse presente Dios, de una liturgia, de una lengua sagrada, de una Ley. Sobre las ruinas del Templo nació realmente la Iglesia cristiana.
-No todos entendieron ese "signo", pero los que lo vieron, reencontraron el sentido profundo de las palabras de Jesús: no eran una "profecía" en el sentido de una adivinación del futuro, porque de hecho no hablan de manera clara del "fin del mundo"; pero eran una profecía en el sentido en que enseñaban una manera de ponerse frente a los acontecimientos.
Es eso, precisamente eso, de lo que habla el evangelio de hoy: de una manera de ponerse frente a los hechos que van sucediendo en la historia. Y es ésa la manera que nosotros hoy podemos y tenemos que reaprender a descifrar, guiados por las palabras del Evaneglio, y por lo que la Iglesia descubrió sin que haya pasado ni una generación.
Ciertamente, si leemos este evangelio como un vaticinio futurológico que nos contara en plan película cómo va a ser el fin de toda la historia, no sólo nos perdemos en contradicciones y terminamos sin enterarnos realmente de "cómo va a ser", sino que además convertimos en histórico (y desvirtuamos) un acontecimiento que por definición pertenece al velo de la historia, al no-ya historia. Son preguntas fantasiosas y absurdas, como "qué hubo antes del tiempo", o "qué había antes de que hubiera algo". El "fin de la historia" es una expresión que pertenece al acervo de la poética apocalíptica, no tiene un significado literal, evoca sin nombrar propiamente nada.
Este evangelio de hoy, aunque tiene como tema el "fin de la historia" no lo hace convirtiéndolo en una prosa futurológica, precisamente la contradicción entre "nadie sabe el día ni la hora" y " no pasará esta generación" viene a ponernos en guardia para que no nos perdamos en la trampa de la fturología y prestemos atención a aquello de lo que sí habla este discurso de Jesús.
¿Pero entonces de qué habla?
A ver si resulta que al final sí, tenían razón Teofilacto y los Padres: esta generación es toda la Iglesia, todos los cristianos, es la Iglesia como tal. Pero no la Iglesia tomada como un todo histórico y puesta ante la cuestión del fin de la historia, sino la Iglesia que a cada generación se tiene que enfrentar con preguntas que en el fondo son siempre las mismas, pero que no podemos sino rehacerlas y responderlas de nuevo, porque las respuestas no pueden aprenderse de memoria, es necesario vivirlas.
Esas preguntas posiblemente sean éstas:
¿Qué te une, Iglesia, con lo ya sido, con lo que viene de atrás, con lo que te constituye a ti misma pero de alguna manera ya no eres?
¿Qué debes conservar de ello?
¿De qué debes aceptar despojarte?
Y el propio Evangelio, el propio Jesús nos orienta en cómo buscar las respuestas: en la propia historia, en sus acontecimeintos, hay signos que el mundo ve como "meros hechos" pero que nosotros sabemos (sabemos porque nos lo enseña el Evangelio, no porque seamos adivinos), sabemos que son signos de Dios.
A cada generación renovar ese "estar alerta" ante el Dios que viene a hablar. No valen las respuesta prehechas y los "manuales de eclesialidad en 20 lecciones".
Por ejemplo, pero es sólo uno entre miles, ¿quién podía imaginar hace apenas poco tiempo que iba a haber un significativo número de anglicanos que pidiera la reunión con Roma? Eso nos pone a todos, no a Roma y a sus papeles administrativos, sino a todos ante la pregunta: ¿qué vale la pena dejar? ¿qué debo conservar?
A tantas discusiones tontas entre creyentes les vendría bien esta "prueba de realidad" a la que nos somete el Evangelio. Será por eso que no dejamos de leerlo una y otra vez.
cristo viene arrepiente ante ke sea demasido tarde buska a jesus el telibra de todo mal gualda su mandamiento biblico y gree en la fe de jesus amen
mucha palabreria este post, pero pasa por alto lo mas importante: el contexto segun lo cual es expuesta "esta generacion no pasará", el contexto dice "de la higuera aprended la parabola, cuando las hojas estan verdes sabed que el verano se acerca, de cierto de cierto os digo que esta generacion no pasara"....palabra clave: HIGUERA, quien es la higuera en la biblia? ISRAEL dejo de ser nacion x 2mil años, cuando florecio? 1947...empiecen a contar esa generacion..
Si Jesús hubiera dicho ¨esa generación¨se podría interpretar como una generación futura. Pero dijo ¨esta generación¨haciendo referencia a los niños en el momento en que Jesús estaban pronunciando dicha frase. 70 años después Jerusalen es destruida y dicha generación no había pasado.Los apóstoles le preguntaron cuando sería destruido el templo, y cuando llegaría el fin de los tiempos (dos cosas distintas). En Mateos las respuestas están entre mezcladas, pero en Lucas están separadas. De Lucas 21: 20 al 24 habla de la destrucción del Templo y Jerusalen, en el versículo 24 incluso se habla que Jerusalen quedara en manos de los gentiles hasta que termine los tiempos de gracia de los gentiles (hasta el siglo 20) Después en Lucas 21: 25 al 27 se habla del fin del mundo acontecimiento posterior a los siglos en que Jerusalen quedó en manos de los gentiles por casi 2 mil años. Posteriormente en Lucas 21: 28 al 33 Jesús retoma el tema de Jerusalen y el Templo haciendo referencia a la Higuera y es ahí en el versículo 32 donde declara que esa generación de niños actuales no pasaría sin ver la destrucción de Jerusalen que sucedió en el año 70.