Al Papa no lo elige directamente el Espíritu Santo, sino los Cardenales.
Si lo eligiera directamente el Espíritu Santo se haría de otro modo. Por ejemplo: se pondrían los nombres en una bolsa y se echaría a suertes.
Al Papa lo eligen los Cardenales, tras muchas discusiones en las que no faltan las maniobras más mezquinas que se pueda imaginar, pero en las que la tónica general es la buena intención.
Lo que nos hace católicos no es ese piadosismo devocionista, sobrenaturalista, ingenuista y contrario, en el fondo, a la lógica de la Encarnación, de cerrar los ojos ante las mediaciones humanas de las que Dios se sirve para elegir un Papa.
Nosotros sabemos que aún de las malas intenciones de la gente, el Espíritu Santo puede servirse para bien de la Iglesia. Véase la historia de José al final de Génesis para comprender esto.
Lo que nos hace católicos es creer que el hombre puede dejarse llevar por la gracia, y confiar que, aún cuando a veces las cosas se parecen más a la tristeza del barro que a la gloria del Espíritu... no falla la asistencia divina que guía la historia.
La historia de los Papas está llena de luces y de sombras, como la vida de cada uno de nosotros. Si hemos de aceptar que a Juan Pablo II lo eligió el Espíritu Santo directamente, ¿aceptamos que también a Benedicto IX (que fue Papa en tres ocasiones, la primera antes de cumplir 20 años) lo eligió de igual modo.
No tengamos tanto miedo a la dimensión humana del proceso. Dios saca bien de todas partes. No hace falta divinizar todo para descansar y confiar.
Al Papa lo eligen los Cardenales, y, dado el lamentable -en mi opinión- sistema de elección que rige en la actualidad (que no es de derecho divino, ni ha existido siempre, ni es inamovible) al resto nos toca rezar y ofrecer el fastidio de contemplar en silencio el espectáculo de un centenar de abueletes que unas veces parece que se comportan como los primos autistas de los Borgia y otras veces como el santo concilio de Jerusalén.
Por eso declaraciones como las de +Amigo, reconociendo sin dramas la humanidad -no exenta de pecado- de todo este proceso, son como una bocanada de aire fresco, de realismo humilde en medio de tanta milagrería.
El sainete sigue adelante, con planes dentro de planes dentro de planes, si se acepta la versión conjurística, o con una burbuja de misterio, si se acepta la versión "Alice in Wonderland".
Estos días toca:
-Acto 1: +Mahony, quédate en casa
-Acto 2: Lo queremos italiano, si no os matamos.
-Acto 3: Salgo al campo, muertos a espada.
-Acto 4: Entro en la ciudad, desfallecidos de hambre.
recemos para que cuando se celebre el conclave el espiritu del señor los ilumine ( cardenales )
Tiene sentido pensar que Ratzinger no anda cruzado de brazos. Igual, es de pensar que el escenario se preparó hace meses y que ya el grupo gestor está organizado. Claro, siempre pueden darse las sorpresas. Ahí es donde me parece que interviene el Espíritu, Dios escribiendo recto sobre caminos torcidos.