Lo diré con toda sinceridad: yo no sé qué pensar respecto de la cuestión de la homosexualidad en ejercicio (la tendencia homosexual no debería plantear ningún problema religioso), el matrimonio homosexual, y su relación con nuestra fe.
Alguno me dirá que no tengo nada que pensar porque el Magisterio ya lo ha hecho, y tiene una respuesta que sigue siendo válida: no es compatible el ejercicio de la homosexualidad con la práctica de la fe, y hay que seguir la máxima agustiniana de rechazar el pecado y amar al pecador.
Y sin embargo...
Una persona tiene una experiencia profunda de su fe católica, recibe el don de la fe, y es homosexual en ejercicio, en este caso tiene una pareja estable, está casado, con otra persona de su mismo sexo, llevan una vida en común y buscan, como buscamos todos, crecer en el amor... ¿y a eso lo único que tenemos para decir es "esa persona vive en pecado"?
Aunque personalmente no sepa bien qué pensar, hay algo que sí me gustaría: que en la Iglesia dejásemos de hablar siempre de los homosexuales en tercera persona: las verdades que se enuncian en tercera persona no son nunca muy profundas. Y eso es lo que de hecho nos ocurre: hablamos de los homosexuales, pero no hablamos a los homosexuales, ni con los homosexuales: está claro que en la Iglesia no los escuchamos.
ETF no va a cambiar nada, no es ni la clase de sitio que hace ruido, ni es su propósito, pero sí me gustaría que el sitio ponga un granito de arena para que se genere, de a poco, un diálogo, de tú a tú. Por eso cuando conocí a Arturo, homosexual, casado, converso (o regresado) al catolicismo, y catequista, lo primero que se me ocurrió fue pedirle que me explicara cómo vive él toda esta cuestión, le pedí un testimonio de su fe con la vista puesta en su vida que se desarrolla como miembro de un matrimonio homosexual.
Habrá quizás alguno que se escandalice, a otro tal vez le parecerá poco pertinente un texto así en un sitio como ETF, pero confío en que a la mayoría le servirá como palabras de primera mano sobre un tema sobre el que siempre nos vemos abocados a hablar en tercera persona.