Oh Santísima Virgen María,
Que para inspirar una confianza sin límites
Haz querido tomar el dulcísimo nombre
De Madre del Perpetuo Socorro.
Yo te suplico me socorras en todo tiempo y en todo lugar,
En mis tentaciones, después de mis caídas,
En mis dificultades, en todas las miserias de la vida
Y sobre todo en el trance de mi muerte.
Concédeme, oh amorosa Madre,
El pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a ti,
Porque estoy cierto de que si soy fiel en invocarte,
Tú serás fiel en socorrerme.
Bendíceme, oh tierna y cuidadosa madre y ruega por mí,
Ahora y en la hora de mi muerte.
Amén.
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Patrona de los Padres Redentoristas y de Haití
El icono original, oriental de origen desconocido de hacia el siglo XIII, está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso, muy cerca de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma. Pintado sobre madera, de 52 cm de largo por 41 de ancho, muestra a la Madre con el Niño Jesús. El Niño observa a dos ángeles que le muestran los instrumentos de su futura pasión. Se agarra fuerte con las dos manos de su Madre Santísima quien lo sostiene en sus brazos.
El origen de esta devoción se encuentra en una historia transmitida desde el siglo XV:
Un comerciante acaudalado de la isla de Creta (en el Mar Mediterráneo) tenía la bella pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Era un hombre muy piadoso y devoto de la Virgen María. Cómo habrá llegado a sus manos dicha pintura, no se sabe. ¿Se le habría confiado por razones de seguridad, para protegerla de los sarracenos? Lo cierto es que el mercader estaba resuelto a impedir que el cuadro de la Virgen se destruyera como tantos otros que ya habían corrido con esa suerte.
Por protección, el mercader decidió llevar la pintura a Italia. Empacó sus pertenencias, arregló su negocio y abordó un navío dirigiéndose a Roma. En ruta se desató una violenta tormenta y todos a bordo esperaban lo peor. El comerciante tomó el cuadro de Nuestra Señora, lo sostuvo en lo alto, y pidió socorro. La Santísima Virgen respondió a su oración con un milagro. El mar se calmó y la embarcación llegó a salvo al puerto de Roma.
Una vez en Roma, la pintura fue colocada en la iglesia de San Mateo in Merulana, en 1499. Allí fue honrada hasta 1812. En esa fecha fue demolido el viejo santuario, por lo que la imagen gloriosa permaneció en la penumbra de un oratorio de padres agustinos. En 1866, bajo el generalato del reverendísimo padre Mauron, los redentoristas obtuvieron de Pío IX la imagen venerable que colocaron en su iglesia dedicada a San Alfonso, sobre el Esquilino, entre San Juan de Letrán y Santa María la Mayor. Innumerables han sido las gracias obtenidas por la mediación de esta santa imagen.
(información extraida del web de Corazones.org: http://www.corazones.org/maria/perpetuo_socorro.htm, donde pueden leerse más detalles acerca de esta milagrosa imagen, y del tomo correspondiente a junio de Vida de los Santos de Butler-Guinea.)