Oprimido por la tribulación,
gimiendo y llorando bajo el peso de mis miserias,
a Ti recurro oh Beatísima Virgen María.
Tu eres en el cielo la reina de los Ángeles y de los santos,
pero aquí en la tierra Tú quieres ser la madre de la consolación.
Tú eres la Virgen Consolata
y yo tu hijo, aunque indigno, quiero ser como tú, Consolado.
Yo no te pido honores, oh María, ni placeres, ni riquezas;
yo te pido consolación.
Oh dulcisisma madre mia, tu sabes la forma,
tu conoces el camino para concederme esta gracia,
yo me entrego enteramente a ti,
di una palabra a aquel Jesús que con tanto amor tienes entre tus brazos
y yo gustaré la dicha del consuelo.
Por ti consolado, oh Maria y por tu divino hijo,
yo sufriré en paz mis tribulaciones.
El sufrir me será fácil y dulce el morir,
y al llegar al pie de tu trono,
cantaré eternamente tus misericordias.
Amén.
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Descripción de cuadro de la Consolata
Arte sacro, que representa los valores espirituales más que la belleza física exterior. Arte simbólico más que realista. Es de autor desconocido, pero rico en enseñanzas de devoción a la Virgen. Contemplando la imagen impresionan los dos rostros. El de María refleja una leve tristeza templada de suave esperanza.
Tiene la mirada dirigida a quienes la miran, como infundiéndoles sus mismos pensamientos, y la cabeza inclinada levemente hacia Jesús, fuente y causa de todas sus grandezas, consuelo de la Humanidad.
La mano derecha contra el pecho pareciera indicar que asume como propias todas las penas de sus hijos, tarea maternal como consoladora de los afligidos. María Consolata nos presenta a Jesús, sentado sobre el brazo izquierdo de su Madre, lado del corazón. María sostiene a su Hijo, lo cuida como Madre, lo custodia, pero no lo retiene para sí. El vínculo de unión entre ellos son las dos manos izquierdas, levemente unidas, que expresan la unidad llena de cariño y de respeto, símbolo del amor más bello que une el corazón de Dios al corazón de una criatura.
El Niño con su mano derecha bendice al mundo a la manera oriental: dos dedos alzados (que significan las dos naturalezas de Cristo, humana y divina), y los otros tres doblados (que indican la Trinidad). Fiel al arte iconográfico, la imagen tiene en cuenta los colores: el manto de la Virgen es de un azul intenso que indica su gloria en el cielo; el borde dorado simboliza su participación en la gloria de Dios; el rojo, expresa la realeza: la de María, Reina de todo lo Creado y la de Jesús. Las tres estrellas sobre el manto de la Virgen (una de ellas oculta por la figura del Niño), son signo de la virginidad de María antes, durante y después de la concepción de Jesús.
El anillo en su dedo es expresión de autoridad y poder: Ella es la Madre del Salvador, vencedora de todo mal. Por último, las dos aureolas que manifiestan la santidad y la gloria de Cristo y de María obtenidas por medio de la cruz. En definitiva, el cuadro presenta a María y su Hijo estrechamente unidos: quien encuentra a María, encuentra a Jesús, y quien encuentra al Hijo encuentra a la Madre
Laicos Misioneros de la Consolata - Colombia