A riesgo de parecer exagerado, hay en estos 16 versículos tanta complejidad o más que en un tratado entero de "teología de la caída". Algunas "pistas literarias" nos ayuden tal vez a encontrar un poco de claridad.
Vayamos de afuera hacia adentro (pero deberemos retornar después):
-Si bien se trata de un relato atribuido a la corriente Yahvista (J), la misma en la que sindicamos el relato de Adán y Eva, no hay total homogeneidad de estilos entre los dos. No debemos pasar por alto que la corriente J dura unos 150 años, abarcando períodos de esplendor como los inicios del reinado de David, hasta la decandencia del imperio davídico, y su fatal secesión en los dos reinos. Caín es un relato mucho más austero que Adán, con mayor carga simbólica, menos elementos folclóricos y mayor síntesis en su expresión, lo que lo hace a su vez, más refractario a la lectura inmediata. Para la época en que se compuso Caín, era probablemente mucho mayor la añoranza del pueblo bíblico respecto de su pasado nómade: ya habían probado el sabor amargo del estancamiento social tras el esplendor aparente de la corte salomónica.
-La unión entre los dos relatos, así como entre Caín y lo que sigue ("Lámek" e "Hijos de Dios...") es artificial, propio del "armado histórico" que dio a estos relatos la tradición Sacerdotal (P) probablemente luego de la vuelta del Destierro (ca. 535). Nos trae entonces la pregunta acerca de qué significa este relato si no lo leemos como parte de una "historia de familia".
-Pero esta afirmación no es suficiente: si el armado genealógico (Caín hijo de Adán y padre de Henoc) es artificial, nos quedan pendientes de respuesta, no una, sino dos preguntas:
1- ¿A qué apunta el relato de Caín en sí mismo?
2- ¿Cómo se modifica ese sentido al quedar inserto en el conjunto del "bloque de los orígenes"?
Sobre lo primero, hay en el relato accesos interesantes:
Caín lleva un nombre con significado; no importa que ese significado sea o no lingüísticamente correcto, lo relevante es que el texto nos plantea
CAIN="FAVOR DE YHVH"
Esto nos tiene que poner sobre aviso de que estamos ante "el bueno de la película". Su nombre, es decir, su destino (del que tendrá que apropiarse) pone todo el foco de la escena sobre él.
¿Y Abel? Con Abel sucede algo curioso. Como lectores tendemos a identificarnos con él, sin embargo Abel no hace propiamente nada, de él no se nos dice propiamente nada, al él no se lo destina propiamente para nada. "Abel", en hebreo, significa propiamente "nadería", algo sin valor (cfr. Qo 1,2 : "´Abel ´abelim", "vanidad de vanidades"). De allí que el autor -astutamente- no nos de el significado destinal del nombre de Abel: a nada se destina aquello que nada vale.
El personaje de esta historia, entonces, no son dos, es uno sólo: Caín, quien tendrá en Abel la ocasión de alcanzar su destino (portador del favor de YHVH) o perderlo: y lo primero sólo puede ocurrir si Caín es capaz de admitir los "criterios de YHVH" antes que los de los hombres: "YHVH elige lo que nadie elegiría, lo que el mundo tiene por nada". Todos sabemos que este es un tema constante en la predicación bíblica, que llega a su cumbre en el anonadamiento redentor de Jesús.
Abel entonces es grande sólo por su nada, por ser aquel en quien Dios ha puesto su mano y cuyo sacrificio ha elegido por pura gracia. Caín es grande por su nacimiento, por el destino al que está llamado, pero esa misma grandeza le impide ver el "llamamiento de gracia" que hace YHVH al elegir -de manera aparentemente arbitraria- la ofrenda de Abel, en lugar de la propia.
Caín pierde la posibilidad de ser "portador del favor de YHVH", pero será en adelante portador de una marca dada por el propio YHVH: de portador del favor a portador de la misericordia gratuita.
Probablemente el lector venga notando ya que lo que parecen "lagunas motivacionales" en el texto (¿por qué elige la ofrenda de Abel? ¿por qué termina protegiendo a Caín? ¿por qué no liberó del peligro a Abel?) son en realidad las claves de sentido de un texto cuyo valor se asienta sobre lo no-dicho, más que sobre la pintoresca anécdota.
Otro aspecto que el mismo relato plantea, no contradiciendo lo dicho, sino entrando al sentido por otra puerta, viene de la mano del oficio de cada uno de los hermanos: Caín, agricultor, sedentario, prototipo del israelita de los tiempos históricos. Abel, pastor de ovejas, nómade, el añorado israelita de los orígenes de Israel, aquel que hubo que acallar ("matar") para que el otro pudiera surgir, pero cuya ofrenda es -paradójicamente- más grata a los ojos de YHVH. Desde este punto de vista el relato es todavía más desolador, si cabe; si no fuera porque la salida que ofrece está en consonancia con la lectura anterior pero aporta un elemento más: la "marca de Caín" será el signo de una misericordia arrancada a YHVH por la tenacidad con la que Caín es capaz de plantarse a llorar frente a Aquél la tragedia a la que lo ha conducido su propia libertad: el valor del reclamo perseverante de lo que no merecemos, nos deja también a las puertas del resto del mundo bíblico.
He aquí, entonces unas pinceladas a partir de las cuales podemos hacer aflorar lo no obvio de este magnífico relato. Pero ¿por qué esto se dice en el contexto de la caída, con todo lo que ella tiene de inicial, de momento único en la vida de la humanidad? ¿no es acaso este sentido válido en toda época y no sólo en el misterioso "tiempo de los orígenes"?
Como el lector podrá darse cuenta, al relato de Caín no le falta nada para poder "funcionar" sólo, no como relato de la caída inicial, sino también como profundo modelo del alma del hombre bíblico de todas las épocas. Sin embargo, me gustaría que sentemos un principio interpretativo general y lo apliquemos a este caso: la Palabra de Dios no es la que dijo el primer relator, sino la que dejó fijada el último. Las etapas anteriores de redacción son la masa a partir de la cual el hagiógrafo lleva a expresión literaria la inspiración divina. El texto revelado es la Biblia tal cual la conocemos hoy.
Por esto es necesario retornar nuevamente hacia afuera, hacia la inserción del relato de Caín en el conjunto del "Bloque de los orígenes". Allí reencontraremos el punto más alto de este Caín, que no es ya un modelo abstracto del hombre bíblico, sino uno de los ejes de una caída que aún hoy nos determina. Pero quisiera que se me conceda la posibilidad de retomar esta cuestión una vez que -Dios mediante- hayamos trabajado indicaciones semejantes a éstas para cada relato que integra el bloque.
Es decir que en Abel, se cumpliria en sentido alegorico. Lo que dice San Pablo, o quien escribiese la Carta a los romanos. "Dios eligio, la nada del mundo. la ignorancia del mundo. para anular, la sabiduria y el poder de este mundo"
Y es que nuestro Dios es siempre desconcertante.
Decía un tío politico mío. Que para mi fue mi padre. Las mayores víctimas son los verdugos, no los ajusticiados"
Debes publicar, los que no entran en el Testigo Fiel. También son hijos o animalitos de Dios. Y tienen derecho a formarse y á aprender
Ya desde el principio estaba el Padre preparando a la humanidad para recibir a su Hijo.
Cristo, dice el Papa de autovació de sí mismo....."no retuvo avidamente su dignidad"..........pero la palbra "kenosis", no es sólo humillarse hasta tomar condición de esclavo, es lo dico "autovaciarse de sí mismo".....se hizo pobre para enriquecernos a todos............De su plenitud todos hemos recibido..............gracia por gracia.
Es auténtico, es verdad......"todos vivimos poor Cristo".
Bendito sea.
La Paz
Abel que bello y hermoso relatas "Algunos indicios de Caín y abel (Génesis 4, 1-16). Cain agricultor sedentaro prototipo del israelita de los tiempos históricos. Abel, pastor de ovejas , nómade, el añorado israelita de los origenes de Israel, aquél que hubo que acallar ("matar") para que el otro pudiera surgir, pero cuya ofrenda es -paradójicamente- más grata a los ojos de YHVH. Precioso, gracias Abel
Con amor
Rosy