Trabajé varias veces con un director teatral en Buenos Aires; me encargaba de armar una exposición de conjunto de la obra de teatro para exponerla a los actores, luego de un tiempo de ensayos. De alguna manera ellos, inmersos en la trama, no llegaban en muchos casos a ver el conjunto, a ver ese "sentido de la obra" que es el objeto del análisis y la elaboración semiológica. Al principio me soprendía que los actores -que "vivían" el texto- no vieran las líneas de sentido que para mí, como analista, eran más que visibles, casi palpables. El fenómeno era tan habitual que dejó de sorprenderme.
Actores en el drama del mundo, nos es probablemente imposible ver y comprender las líneas de sentido que recorren esta gran obra que es la historia humana, inclasificable en su género, a veces tragedia, a veces comedia, a veces una -aburrida o apasionante- farsa. Si pudiéramos mirar "desde afuera", como un semiólogo una obra objeto de su análisis, este devenir universal que se despliega ante nosotros y a través nuestro...; si pudiéramos contemplar por unos instantes sin ser parte de él, eso que llamamos -aunque de manera sólo aproximada- el "plan de Dios", ¿cuánto no se nos revelaría y no comprenderíamos por fin? ¿cuántos hechos de la vida personal y del mundo que nos parecen carentes de sentido, o incluso sumamente negativos, no veríamos bajo una nueva luz, una luz de comprensión que como actores del drama no poseemos?
Entre todo lo que dijo e hizo Jesús en los días de su vida mortal, y que si se escribiera todo -en expresión de Juan- los libros resultantes no cabrían en el mundo, también reservó un rato para "hacer de semiólogo", y mostrarnos un aspecto de las tramas de sentido que recorren la historia que no podríamos de ninguna manera ver por nosotros mismos:
«Ahora me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Dónde vas?" Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré.» (Jn 16,5ss)
-¿Nos conviene, Señor? ¿cómo es eso? Puedes decir que te vas y que tratemos de no sucumbir a la tristeza, pero ¿"os conviene"?
Desde nuestro lugar en el mundo, desde nuestro papel en el drama de la historia, desde nuestro puesto de minúsculo granito en la masa humana, luchando denodadamente por encontrarnos con Aquel-que-nos-encuentra, a quien tuvimos a metros, a centímetros, con quien pudimos, por una sola vez en la historia, recostarnos en su pecho, o compartir a la orilla del agua una cena de peces recién sacados... nos es, no difícil sino imposible, ver qué sentido puede tener la ida de Jesús: ya estaba aquí, ya lo teníamos, y sin embargo... debía "volver al Padre".
-Explícanos, Divino Semiólogo, por qué en el Día de Ascensión no debemos vestirnos de luto sino de gozo, por qué es una solemnidad festiva, por qué nuestro corazón no debe rendirse a la tristeza de la pérdida y la ausencia.
La ascensión de Jesús completa la obra divina en el mundo. Estamos acostumbrados a pensar la obra divina de salvación siguiendo el esquema histórico y "por pasos" que proponen los evangelios sinópticos (en especial Lucas), y que en parte se refleja en el esquema del Credo:
Dios crea, luego pasa tiempo y el hombre cae, luego pasa tiempo y -por medio de los profetas- anuncia la futura salvación, luego pasa tiempo y viene Jesús. luego pasa tiempo y muere, pasa poco tiempo y resucita, pasa tiempo y asciende, pasará tiempo y volverá, y juzgará y restaurará todas las cosas en él.
Es una manera legítima de contarlo, que es como narrar en el tiempo humano la trama de la obra en la que estamos actuando. Pero en el Evangelio de Juan no se nos cuentan las cosas así, al modo del guión histórico, y debemos tener cuidado de no entenderlo superponiéndolo todo el tiempo a los otros tres evangelios. Juan no cuenta las cosas por etapas sino por -para caracterizarlo de algún modo- "nudos de sentido", por "momentos fuertes" o de revelación del Plan divino y, en último término, de manifestación de la intimidad de Dios.
Claro que es una manera de contarlo un poquito rara, pero es así como Juan cuenta las cosas: nos dice lo que significan, sin contarnos cómo ocurren, así como nos cuenta lo que significa la Santa Cena sin contarnos la institución de la Eucaristía.
«si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito», no debemos entenderlo como una frase "histórica". A pesar de su forma de hablar según un "antes" (me voy) y un "después" (viene el Paráclito), no está hablando de cómo efectivamente ocurren las cosas; sino de cómo debemos comprender la venida del Paráclito:
Con el Evangelio de Juan no nos queda muy claro si la venida del Espíritu Santo se produce en Pentecostés, en Navidad o en el Día del Trabajo.... pero una cosa nos tiene que quedar clara, eso único de lo que habla: esta "venida del Espíritu" no es ya como las tantas otras veces que Dios envió su Espíritu al mundo: al crearlo, al elegir a Abraham, al revelar a Moisés su Ley, al hablar por los profetas... porque ésta es la venida definitiva, es la última y la plena, no es un anticipo de Dios, sino todo Dios-con-nosotros. tan todo, que ya no es "con" nosotros sino "en" nosotros, de tal manera que cada minúsculo grano de este arenal de humanidad, es la presencia misma -viva, operante, salvadora- de Dios.
Y si lo pensamos un poco desde ese punto de vista, nada más lógico que la ida de Jesús, para que pueda estar entre nosotros. No podría realizar la completitud de su obra salvadora sin llegar al límite de divinidad, que es el regreso de cara al Padre: «En el principio estaba la Palabra, y la Palabra estaba de cara a Dios...».
¡Nos conviene que vaya al Padre! Alegrémonos y gocemos en esa ida.
Nos conviene que vaya al Padre, porque es el modo en que permanezca con nosotros. Sólo si no lo vemos, está y lo vemos, porque sólo así, como Espíritu, sopla donde quiere, y se oye su voz, aunque nadie sabe de dónde viene ni adonde va.
Y esa voz no nos habla ya a nosotros, sino en nosotros, desde nosotros:
«Y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio:
-en lo referente al pecado, porque no creen en mí;
-en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis;
-en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado.»
Estas difíciles palabras expresan el Juicio del mundo y el hablar del Paráclito a través nuestro. Me detendré un poco en ellas.
"Convencerá": el verbo griego -"elenjo"- puede tener varios matices; Las otras veces que Juan lo utiliza (3,20; 8,9; 8,46) lo hace en sentido netamente jurídico, con el matiz de "acusar formalmente, en juicio". Si unimos a que el primer sentido de la palabra "Paráclito" es, precisamente, la de "abogado", parece claro que en este fragmento que nos ocupa, también debemos entender que se habla en el contexto de un juicio. Y no de cualquier juicio, sino el Juicio último de Dios sobre el mundo, que se expresa por sí mismo en la presencia del Paráclito en medio de la Asamblea, en cada uno de los creyentes.
En el Juicio del mundo tenemos un Abogado, Jesucristo. Efectivamente, Juan 14,16 habla de enviar "otro Paráclito", y 1Juan 2,3 dirá que tenemos a Jesucristo para que abogue por nosotros ante el Padre; ¿para qué haría falta "otro" abogado? No para abogar por nosotros, sino para llevar en nosotros el juicio del mundo.
La venida del Paráclito deja al descubierto ante el mundo los tres aspectos que el mundo no quiere ver, de los que se quiere escudar:
-El pecado: porque habiéndose manifestado ya Jesús, habiéndose exhibido a la vista de todos como El Traspasado, quien no lo ve tiene culpa de no verlo, no puede alegar ignorancia.
Recordemos, para no perdernos de vista e interpretar cualquier cosa, que Jesús no está hablando "históricamente" sino "esencialmente", no está hablando de las condiciones "subjetivas" de la fe y la incredulidad, donde sí cabe alegar ignorancia: mucha gente del mundo puede no creer porque no damos buen testimonio, porque no enseñamos, porque no rezamos... o porque aun no le ha llegado su hora de creer. Pero en tanto Dios se le revele, no tiene excusa. Eso no lo podemos juzgar nosotros por nuestra cuenta, pero sí lo juzga el Paráclito.
-La justicia: el mundo quiere aparentar que Dios no está con nosotros, que como se ha ido nos ha abandonado, pero en la vuelta al Padre y en la invisibilidad de Jesús se realiza de manera completa la Justicia de su venida, no lo vemos porque ya está completamente en nosotros. Y la "prueba" es que poseemos el Paráclito, don definitivo de Dios. La presencia del Paráclito es la manifestación ante el mundo de la justicia de la obra de Jesús.
-El juicio: el mundo quiere suponer que le queda tiempo para el Juicio de Dios: "sobre eso te oiremos más adelante". El mundo siempre cree que hay un "más adelante", que no hace falta creer hoy, total mejor disfrutamos hoy y nos convertimos mañana. Como dice un personaje de Camus: "debo estar envejeciendo, porque a veces tengo ganas de rezar". El mundo siempre se escuda, como decía San Agustín, en esos cuervos que dicen "cras, cras", que en latín es "mañana, mañana"... pero la presencia del Paráclito es la manifestación de que el Juicio del mundo ya ha sido realizado: hoy es el día de gracia, hoy es el día de salvación.
En castellano se pierde un poco, por lo abigarrada de la gramática de este texto, y porque aprovecha muy bien los recursos que le brinda su lengua, el griego; sin embargo, aunque sea difícil de explicar y de traducir, no lo es de penetrar en él con la comprensión del corazón:
Porque nuestra fe no se apoya en muletas sino en el don del Espíritu, es que podemos "ver", aunque no podamos expresar del todo bien, que ese don del Espíritu no es como un anticipo y bocado de degustación, sino que es ya la presencia del Dios eterno e invisible en nuestra vida mortal, que con su sola presencia reduce lo caduco e insignificante a cenizas, y todo ya en nuestra vida -no importa si lo vemos o no con los ojos, porque lo vemos al proclamar la fe- es manifestación del Invisible, vida de El-que-vive y encuentro con El-que-nos-ha-encontrado.
mmmm 15 días después de leerlo lo comprendo, sera que lo lei rápido sera que el espíritu no estaba dispuesto. Parece que no estaba listo para entenderlo, hermoso texto para meditar. Es psicologicamente y espiritualmente apabullante lo que la vida cambia si uno quita esa idea de un Juicio "Final" de un encuentro "después" y lo pone aquí y ahora.. se ve un poco mas apocaliptico (como a Juanito le gustaba) desde la perspectiva de que nuestra vida no es un recorrido por el tiempo de prueba y valle de lagrimas que desemboca en una paz en el cielo, si no que es una "guerra" aquí y ahora, pero una guerra donde ya se vencio ¿? y donde Dios se manifiesta desde nosotros.... el juicio, la salvación, la persecución que inicio en Jesús se arrastra hasta nuestros dias. Creo que eso de sentarse a mirar la TV y desear el BMW y la vecina del vecino esperando a que lleguen 5 dias antes de morir para convertirte y rezar no es tan atractivo después de ver las cosas como Juan las pone verdad?
El Necio piensa que Dios no existe. Pero en esta Guerra dónde Dios es un Dios Escondido, como dice Isaías, El Espíritu clama dentro: ¡Espera en Dios que volverás a alabarlo!. Hoy ha hecho eso el Señor en mí, cuando parecía derrotado ante los sentimientos de impotencia contra el pecado: He esperado en el Señor y Él hacia mi se ha inclinado, ha escuchado mi grito, me ha sacado de la fosa de la muerte. Por eso proclamo la "Presencia" del Defensor, del Espíritu Santo...que me ha abierto el oído para hacer su Voluntad.
Que importante medicina para sanar la ceguera, sordera y parálisis vivencial, que nos aqueja en este siglo.
Gracias, tu comentario le ha dado vida, luz y brillo en mi comprensión a la hermosa escena tantas veces recreada del Espíritu Santo descendiendo sobre los apóstoles. La inmensa alegría de esta fiesta de Pentecostes.
Deja claro lo mas importante y que no debemos olvidar" hoy es el día de gracia hoy es el día de la salvacion" porque siempre pensamos que es mañana.