Ciudad del Vaticano, 30 de abril 2015 (VIS).-
El Papa Francisco recibió esta mañana en audiencia a veinte miembros de la Comisión Internacional Anglicano-Católica, reunida en estos días para estudiar la relación entre la Iglesia universal y la Iglesia local, especialmente por cuanto se refiere al debate y las decisiones sobre cuestiones morales y éticas. La Comisión nació tras el encuentro del beato Pablo VI y el arzobispo de Canterbury, Arthur Michael Ramsey, que en 1966 firmaron una declaración conjunta para establecer un diálogo fundado en el Evangelio y en la tradición común que desembocase en la unidad en la verdad por la que rezó Jesús.
Aunque no se haya llegado todavía a la meta propuesta, la visita de la Comisión al Papa prueba que “la tradición de fe y la historia compartida entre anglicanos y católicos inspira y sostiene los esfuerzos para superar los obstáculos que se interponen para la comunión plena”. Además, dentro de poco ese organismo publicará cinco declaraciones conjuntas realizadas en la segunda fase del diálogo anglicano-católico. Un hecho que recuerda que las relaciones ecuménicas y el diálogo no son elementos secundarios en la vida de la Iglesia. “La causa de la unidad -dijo el Santo Padre- no es un compromiso opcional y las divergencias que nos separan no deben aceptarse como inevitables”.
“Hay un fuerte vínculo que ya nos une, más allá de toda división -subrayó Francisco-, es el testimonio de los cristianos pertenecientes a Iglesias y tradiciones diversas, víctimas de persecuciones y violencias sólo por la fe que profesan. Y no solo ahora hay tantos, pienso también en los mártires de Uganda, mitad católicos y mitad anglicanos.. La sangre de estos mártires alimentará una nueva era de compromiso ecuménico, una nueva voluntad apasionada para cumplir la voluntad del Señor: Que todos sean uno. El testimonio de estos hermanos y hermanas nuestros nos exhorta a ser más coherentes con el Evangelio y esforzarnos por lograr, con determinación, lo que el Señor quiere para su Iglesia. Hoy el mundo necesita con urgencia el testimonio común y gozoso de los cristianos, desde la defensa de la vida y la dignidad humana a la promoción de la paz y la justicia. Invoquemos los dones del Espíritu Santo, para ser capaces de responder con valentía a los "signos de los tiempos", que llaman a todos los cristianos a la unidad y el testimonio común”.