Aunque por la escena evangélica el nombre de Cesarea de Filipo nos es muy familiar, realmente el nombre más usual es Paneias (Panias), con el que se la conoce ya en la Historia de Polibio (s. II a.C.). La ciudad se alza en la naciente principal del Jordán, en la ladera del Hermón, cercana a la gruta donde nace el río, que en época helenística se consideraba consagrada a Pan y las Ninfas, de allí el nombre de Paneias. Junto a la entrada de la gruta hay nichos tallados en la roca seguramente para estatuas votivas, e inscripciones dedicatorias.
Hacia el año 20 a.C. el territorio de la Traconítide que gobernaba un tal Zenodoro (y que incluia Panias), fue legado por Augusto a Herodes el Grande, quien a su muerte dejó en herencia el territorio a su hijo Filipo (cfr. Lc 3,1).
Filipo embelleció Panias y la hizo capital de su tetrarquía, con el nombre de Cesarea en honor de Augusto o quizás de Tiberio (Josefo afirma las dos cosas, en dos distintos lugares de su obra: Ant. XVIII,2 y Guerras, II, 168, respectivamente).
Para distinguirla de otras ciudades llamadas también Cesarea (en particular de Cesarea Marítima, la Cesarea mencionada en Hechos), se la conoció ya en sus orígenes como Cesarea de Filipo.
Más tarde la ciudad fue aun ampliada por Agripa II, y renombrada como Neronia, en homenaje a Nerón.
Era una ciudad por completo pagana, helenística en su arquitectura y en sus costumbres, y posiblemente el único motivo por el que aparece mencionada entre los territorios que pisó Jesús es para que suene lejana y exótica, apta para la revelación de algo, la mesianidad de Jesús, que debía quedar en el secreto (Mc 8,27-30, Mt 16,13-20).
Si hemos de ser rigurosos, ni Marcos ni Mateo afirman que Jesús estuviera en esta ciudad (ni mucho menos que actuara en ella), sino que se encaminó hacia la comarca.
El nombre actual es Banias, y pertenece a los Altos del Golán, territorio bajo ocupación israelí, hay restos arqueológicos y la ciudad y su entorno son parque nacional.