Territorio perteneciente, en la antigüedad, al reino del Norte o Israel. Tal como tuvo sus contornos en época de Jesús, albergó la mayor parte de su vida pública, excepto, naturalmente, la Pasión, y las veces que en su vida, como cualquier hombre judío adulto, habrá subido a Jerusalén (de las que los evangelios sinópticos sólo nos cuentan la última, y el evangelio de Juan tres).
En relación a las antiguas tribus bíblicas, representa fundamentalmente el territorio de Zabulón (la "baja Galilea") y parte del de Neftalí (la "alta Galilea"). El límite este de la región era el Mar de Galilea, que era también un polo de atracción vital de la zona, ya que a su alrededor florecían las más prósperas ciudades. De todos modos todo el territorio de la baja Galilea era fértil y adecuado al florecimiento de poblaciones. F. Josefo lo describe como "Toda la región está dedicada al cultivo, y no hay ninguna parte de su suelo que esté sin aprovechar. Pero, además, hay muchas ciudades y la mayoría de las aldeas están muy pobladas en todos los lugares a causa de la fertilidad de la tierra" (Guerras, III, 43). La alta Galilea, en cambio, alberga el inicio del Antilíbano, y su territorio es más áspero y menos apto para los cultivos, y carece prácticamente de relevancia para la narración bíblica, tanto del AT como del Nuevo.
La fe bíblica fue desarraigada de Galilea con la conquista asiria y la llegada de repoblamiento extranjero, al punto que un siglo más tarde Isaías la llamará "gelil hagoyim" (territorio de gentiles, Is 9,1, de donde es posible que provenga el nombre de Galilea), pero en época helenística, bajo el influjo del nacionalismo macabeo (ver 1Mac 5,9ss) hubo un resurgir del sentimiento religioso, obviamente judío, es decir "importado" del sur (a diferencia del resurgir religioso samaritano, que creció a su propio impulso, y de espaldas y en conflicto, al desarrollo del judaísmo en Judá). Tras la caída del templo, la fe judía se desplazó a Galilea, y fue este territorio el que vio crecer esa nueva forma religiosa que fue el judaísmo rabínico.
En época de Jesús Galilea, junto con Perea, estaba gobernada por Herodes Antipas, el hijo de Herodes el grande que recibió más territorio en herencia, y que supo cuidar mejor el poderío de su familia, aunque por supuesto en total dependencia de Roma.
La gente del sur (Judea) despreciaba religiosamente a los galileos (ver Jn 7,41.52) por considerarlos poco cultivados y no pertenecientes a la más antigua tradición judía. Además tenían un acento reconocible en la pronunciación del arameo (ver Mt 26,73).
Galilea cumple en los evangelios su papel real de ser el territorio de actuación de Jesús en la mayor parte de su vida pública, además de su territorio de infancia y desarrollo (según se puede deducir del silencio de las tradiciones al respecto), pero también un papel eminentemente simbólico, más acentuado en los evangelios de Marcos y Mateo, en los que es Galilea y no Judea ni Jerusalén el polo de atracción del Resucitado a su comunidad (cfr. Mc 16,7; Mt 28,7.10.16)