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El Testigo Fiel
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Biblia: Geografía de los evangelios: Samaría

Samaría

Primera aparición en: Lucas
Episodio: Los diez leprosos
Significado: El nombre es hebreo, y deriva del propietario original de la colina sobre la que se construyó la ciudad en el siglo IX a.C.: Sémer (1Re 16,24)
Primera mención: Lc 17,11: Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea,
Otras referencias: Jn 4,4-7
Jesús estuvo allí

Con el nombre mismo de Samaría sólo aparece en la cita de Lc que encabeza este escrito, y en la de Juan que la acompaña, donde aparece mencionada 3 veces en un mismo párrafo. Fuera de eso la mención no es al territorio sino a sus pobladores, los samaritanos: Mt 10,5; Lc 9,52; Lc 10,33; Lc 17,16; Jn 4,8-9; Jn 4,39-40; Jn 8,48. Esta última de Juan es especialmente interesante porque vemos el uso del gentilicio como insulto entre los judíos (y seguramente lo mismo harían los samaritanos con sus vecinos judíos).

Pero ya sea el gentilicio o el nombre, nunca se refiere a la antigua ciudad de Samaría (que no se llamaba así en época de Jesús) sino a la región. La antigua ciudad de Samaría, luego de muchas destrucciones y reconstrucciones a lo largo de siglos, había sido en época de Jesús reedificada por Herodes el Grande y bautizada "Sebaste" en honor a Augusto ("sebastós" es el equivalente griego al latino "augustus"); era una ciudad enteramente helenizada, con población mayoritariamente pagana. La ciudad de la región que había conservado las tradiciones religiosas samaritanas era la de Sicar, al pie del Monte Garizim cercana a la antigua Siquem, tantas veces mencionada y tan importante en el AT.

La región en conjunto era rival de Judá, aunque Roma las obligaba a convivir, ya que el territorio de Samaría corría la suerte del de Judá, ya sea entregado a los Herodes, ya sea con gobierno directo de Roma, las autoridades de uno eran la de otro, si bien parece que Samaría conservaba alguna clase de autonomía, pero de la que ha quedado poco rastro en la historia.

Son más difíciles de trazar los orígenes de esta rivalidad, ya que tiene varias causas a lo largo de siglos, y cualquiera de ellas podía ser invocada para alimentar el odio recíproco.

Muy remotamente, en el siglo X a.C, el conjunto de las tribus del Norte de Israel se separaron del reino davídidico, formando un reino aparte, el llamado Reino de Israel, aunque compartía con Judá una buena cantidad de tradiciones religiosas. Ya allí comienza cierta evolución simultánea, si bien no estrictamente paralela. De hecho, por ejemplo, si bien hay profetas del Sur (Judá) y del Norte (Israel), la institución como tal hunde sus raíces más en el Norte, y recién con la caída de ese reino, en el 723, las tradiciones proféticas "viajan" al sur y son allí recompiladas y releídas.

Precisamente ese acontecimiento de la caída de Samaría en el 723 es decisivo. Samaría (ahora me refiero a la ciudad de ese nombre, no a toda la región) había sido fundada en el siglo IX a.C. por el rey Omrí, cuya importancia en la época fue enorme, y que creó un reino de proyección internacional, mucho más que Judá, que no pasaba de ser un reino pequeño y menor. Samaría fue tomada por Asiria en el 723 y su población fue, según la costumbre asiria, dispersada por otros reinos también conquistados. Debemos a ese hecho que las riquísimas tradiciones religiosas del norte hayan sido recopiladas en el sur y fusionadas con la tradición teológica davídica (para quienes hayan estudiado algo de crítica histórico-literaria de la Biblia, estas tradiciones del norte tienen parentesco con la llamada "tradición Elohista" en la teoría clásica de fuentes del Pentateuco).

Desde el sur se burlan del destino del Reino del Norte y su caída y atribuyen la religiosidad samaritana a una mezcla sincrética de resabios yahvistas con tradiciones religiosas idolátricas traída por la población que la repobló, venida de otros pueblos conquistados por Samaría. Este terrible juicio se encuentra en 2Re 17,24-34. Podría decirse que este es el primer punto de rivalidad: según el Sur las tradiciones religiosas del Norte son simplemente idolátricas y sincréticas, usan el nombre de Yahvé de manera pagana. Según el Norte, en cambio, son los judaítas los que se han apropiado de una tradición que les precede y que tenía su propia legitimidad.

Cuando a Jerusalén le toca el turno de caer y ser deportada, en el siglo VI, parecía que la tradición del sur acababa; sin embargo -gracias en gran medida a la predicación de profetas como Jeremías (en la etapa inmediata anterior al destierro), Ezequiel (en el proceso de destierro) y el anónimo IIdo. Isaías (ya durante el destierro y cerca de su final)- el destierro fue un momento de intensa toma de conciencia religiosa, y de escudriñar y releer todo el pasado, fue un tiempo de silenciosa creación de algo realmente nuevo, Judá, tras el destierro, comenzó la lenta creación del judaísmo, que irá tomando forma histórica a lo largo de los siglos. A la vuelta de ese destierro, con una comunidad diezmada y que había descubierto gran parte de su tradición religiosa en Babilonia, comienza la reconstrucción de Jerusalén. Pero los samaritanos, que ya estaban allí desde antes de la vuelta de los desterrados, vieron amenazada su posición en la tierra, y de cara al nuevo jefe, Persia, así que boicotearon a los jerosolimitanos todo lo que pudieron (ver un resumen de la cuestión en Esd 4). Este boicot es el segundo punto de rivalidad muy presente entre los dos pueblos.

A pesar de que Alejandro Magno en el 331 tomó Samaría (la capital) y la repobló con colonos macedonios, los samaritanos como pueblo consiguieron el favor de Alejandro, quien les permitió la construcción de un templo en el Monte Garizim, el lugar que según sus propias tradiciones religiosas (que se concretarían en el Pentateuco Samaritano) era el señalado como lugar de encuentro de Yahvé con su pueblo. Este templo, naturalmente, resultaba rival del de Jerusalén, por lo que la inquina entre los dos pueblos fue creciendo. Pero cuando los asmoneos avanzaron por el control completo del territorio palestino, Juan Hircano, hijo de Simón Macabeo, a quien sucedió en la corona, marchó contra Samaría y en el 128 a.C. destruyó por completo el templo del Monte Garizim, y más tarde, en el 107 a.C., tras un largo asedio, la ciudad de Samaría. Tenemos aquí el tercer punto de rivalidad entre los dos pueblos.

Y aun podrían citarse más, ya que las zancadillas recíprocas eran lo corriente, eran realmente vecinos odiosos uno del otro, de allí que los galileos, en las peregrinaciones anuales, prefirieran salir del territorio palestino, ir a la transjordania, y volver a cruzar el Jordán para llegar a Judá, antes que tener que habérselas con las múltiples vejaciones a las que eran sometidos por pretender llegar a Jerusalén.

Bibliografía:
-Schürer, Emil: "Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús", 2 tomos, Ed. Cristiandad, 1985, II, pág. 220ss., para el período helenístico, el asmoneo y la historia de Sebaste

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