Es la primer persona mencionada por nombre propio en toda la Biblia (ver nota a Adán).
Es verdad que en su presentación, como "ayuda adecuada" del varón, y saliendo de su costado, se cuela una comprensión muy patriarcal de la mujer, subordinada, dependiente... eso es innegable en relación al relato de Gn 2-3. Ocurre con ese relato algo muy curioso: un redactor posterior, el que organizó y engarzó las viejas historias de Adán y Eva, de Caín y Abel, de Noé, de Babel, les dio su unidad y su función actual como evocaciones del inicio de la historia humana, también vio el problema de que no era justo ni aceptable expresar así a la mujer, y antepuso a esa doctrina una muy novedosa, y casi diría inusitada en la antigüedad: la de un ser humano que es imagen de Dios en su incómoda diferencia sexual: ninguno de los dos puede reclamar ser "la" imagen de Dios, porque lo son en la diferencia: "creo Dios al ser humano a su imagen, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra (ish e isha) los creó" (Gn 1,27).
Naturalmente, esta doctrina no tuvo ningún inmediato sentido práctico, las sociedades no cambian de un día para el otro para adecuarse a una frase, pero fue un potente revulsivo que, unido a otras comprensiones y experiencias, fue llevando a que pudiéramos hoy leer el relato de Adán y Eva con la incomodidad de saber que, en ese aspecto, no llega hasta el fondo; no lo podemos usar para "definir" el lugar de la mujer en el mundo.